Hace unos días publiqué un video sobre la satisfacción del trabajo terminado y el tema me disparó algunas cuestiones para reflexionar.
Terminar un proyecto implica una cantidad de procesos hasta llegar al resultado final. Elegir el género, lavarlo, plancharlo, hacer el molde, cortar, coser, pensar las terminaciones, los avíos. Si es un pedido para una clienta, también hay que probarle, a veces con una vez es suficiente, otras veces se requieren más pruebas. Si es una transformación de un jean por ejemplo, hay que descoserlo para poder hacerla. Muchas etapas son las que hay que transitar hasta el final.
Y una vez que se termina, viene el resultado. Acá pueden pasar varias cosas. Que esté fascinada, que me guste o que no esté conforme. Y me detengo en este último punto porque los otros dos (“me fascina” o "me gusta”) considero que no tienen demasiado análisis.
El no estar conforme también tiene sus variantes. Puede ser porque no fue lo que yo pensé o imaginé. Puede pasar que haya que corregir temas de confección, por ejemplo la prenda quedó grande o hace un defecto. Acá es donde viene el aprendizaje, en el error, en el “no me gusta”, en el “quedó mal”. Es ponerme a pensar el por qué y el cómo para arreglarlo. Y esa enseñanza queda para la próxima.
Esta etapa hay que atravesarla. No es por una cuestión de autoexigencia, sino de compromiso con mi trabajo porque no puedo entregar un producto que veo que hace un defecto o tiene alguna cuestión a corregir.
Así como aprendí a disfrutar del proceso en la costura, llegar a un resultado también me genera mucha satisfacción, más allá de cómo sea ese resultado. Obviamente que si me gusta, estoy más que feliz.
Terminar una prenda, un proyecto, implica para mí compromiso, responsabilidad, dedicación y mucho disfrute. Y si no salió como esperaba, mucho aprendizaje.
Gracias si llegaste hasta acá.
¡Nos vemos la próxima!
Eugenia
NUU®